28 enero, 2006

¿dónde estan las algas?

Me han pedido que publique alguna receta y algunos trucos, y no quiero desilusionarles, porque ni soy cocinero ni soy un entendido en esto, pero estoy seguro que coincidirán conmigo en que en la cocina aparte de conocer el alimento juega un papel muy importante la imaginación, la creatividad y sobretodo el atrevimiento.

Hace unos días encontré una de las maneras de preparar el famoso “sushi” oriental, (que pueden encontrar entre las millones de páginas web) y me percaté de la utilización de ese mantelito que se suele poner antes de comer que consta de unas varillas de madera entrelazadas con hilo y que sirve para dar forma al sushi. Se coloca la lámina de alga o en mi caso (que no tenía) una loncha de jamón de york. Sobre ésta se pone el arroz cocido (que previamente habremos enfriado bruscamente para cortar la cocción) y unas tiras de pimiento, calabacín, o cualquier hortaliza, cocidas. Damos forma de barra con nuestro elegante mantel, presionando bien, y al finalizar cortamos como si de un brazo de gitano se tratase.

Acuérdense de acompañarlo con una salsa de soja (NO transgénica, que suelen serlo todas) y practiquen con los palillos.

Jorge Mariscal

26 enero, 2006

OFERTA ESPECIAL

¿Se dan cuenta, que tan a menudo, la publicidad sólo se centra en los precios? Ofertas, precios reducidos, precios bajos, precios mínimos… y así una lista enorme para decir lo mismo. ¿Por qué será que sólo nos centramos en el dinero? ¿tanta hambre pasamos? ¿acaso seguimos en la hambruna que heredamos de la guerra civil que asoló este país? Pues algunos si, supongo, algunos. Pero para el que dispone de un televisor y una radio para escuchar la publicidad y al que se le pega un folleto publicitario en la suela de sus “nique” sobre una lata de sardinas y un manojo de puerros con el aditivo precio “supe-reducido” es de entender que podría aspirar a algo más que valorar la comida en factor de su precio.

Imaginen una publicidad en el sentido de ofertar su calidad no su precio. “Hoy sardinas frescas del Cantábrico, cómprelas hoy mismo”, “Tomate recién cogido de la huerta, apresúrese”.

¿Han estado alguna vez en un mercado en Marruecos? Allí, primero miras lo que quieres, lo tocas, lo hueles, lo pesas y cuando estás convencido de que eso es lo que quieres preguntas ¿cuánto? ...y regateas.

Cuantas personas compran un aceite refinado de oferta medio euro más barato que un aceite de oliva virgen extra sólo por fijarse en el cartelito que tiene colgado encima de 2x2 metros donde pone ¡OFERTA ESPECIAL!. Nos están privando de nuestro propio criterio para elegir lo que queremos consumir, sencillamente.

En fin, esta no es una lucha comparable a la erradicación de la esclavitud, los derechos de la mujer o el precio del petróleo, claro está. Que cada uno elija lo que quiera hacer y el que opte por ampliar sus fuentes de información, bienvenido sea, porque existe mucha gente que cree en este camino y no duda en compartir y comunicar lo que sabe…

Jorge Mariscal

20 enero, 2006

Los gallinazos sin plumas

Ellos no son los únicos. En otros corralones, en otros suburbios alguien ha dado la voz de alarma y muchos se han levantado. Unos portan latas, otros cajas de cartón, a veces sólo hasta un periódico viejo. Sin conocerse forman una espécie de organización clandestina que tiene repartida toda la ciudad. Los hay que merodean por los edificios públicos, otros han elegido los parques o los muladares. Hasta los perros han adquirido sus hábitos, sus itinerarios, sabiamente aleccionados por la miseria.

- Los gallinazos sin plumas- Julio Ramón Ribeyro.

02 enero, 2006

Barquitos de papel

Carlos cogía el tren todas las mañanas para ir a trabajar, 6:45 era la hora en que el tren partía hacia el trabajo. Los días se hacían años cuando venía la temporada de invierno pero... Carlos no podía elegir. Cuando era niño todo el mundo pensaba que sería un gran arquitecto, como su tío Luis, pero a Carlos le gustaba el mar... cómo disfrutaba yendo a pescar con su tío... por eso tal vez la confusión acerca de su futura profesión... Mientras pescaba observaba los barcos como se desplazaban de un lado a otro e incluso desaparecían a través del horizonte...

El mejor regalo que tubo Carlos aquel año fue la maqueta de un barco por su cumpleaños... aquí comenzó todo.
Ya durante la enseñanza secundaria obligatoria Carlos decidió hacerse albañil y reconstruir casas, edificios... y barcos. Pero aquello no fue tan fácil, sobretodo en épocas de invierno cuando cogía el tren a las 6:45...
Pasaron dos o tres años hasta descubrir el calorcito del alcohol antes de entrar al trabajo, en pocos días al carajillo de primera hora de la mañana le añadía unas copitas de vino al almuerzo e incluso a la comida y la merienda... Por las tardes llegaba a la estación con la telaraña del pudor totalmente disuelta en el alcohol, se sentaba alrededor de cuantas más personas mejor y hablaba, hablaba por los codos, por las orejas, por los pies y las piernas, gritaba ¡cariño!, ¡amor!, ¡calor!, pero la gente se cambiaba de sitio, el revisor le hablaba con desprecio y todos le miraban como a un borracho... Carlos se entristecía y se rebelaba chillando... sobre las ocho por fin llegaba a casa y saludaba a su compañera de piso, Blanca. Blanca era una estudiante de medicina que por falta de dinero sólo podía pagar a Carlos de alquiler 50 euros, era muy poco dinero pero precisamente Carlos lo único que tenia era dinero, él sólo ansiaba el calor de una compañía, y por eso alquilaba la mitad de su casa... Los fines de semana Blanca ayudaba a Carlos con sus barcos de madera y éste engordaba diez quilos con el grato cariño de Blanca.

Una tarde, de vuelta a casa, Carlos coincidió en el tren con una muchacha que le recordaba a Blanca y... ¡por fin tuvo una buena conversación después del trabajo!. Estaba feliz, al fin una persona le escuchaba y comprendía el estado en el que se encontraba.

Ese día Carlos cuando llegó a casa sintió el mar y fabricó un nuevo barco de madera, al día siguiente miró el bar donde tomaba el carajillo antes de subir al tren y sin mediar palabra pasó de largo...

Nines Plà