02 enero, 2006

Barquitos de papel

Carlos cogía el tren todas las mañanas para ir a trabajar, 6:45 era la hora en que el tren partía hacia el trabajo. Los días se hacían años cuando venía la temporada de invierno pero... Carlos no podía elegir. Cuando era niño todo el mundo pensaba que sería un gran arquitecto, como su tío Luis, pero a Carlos le gustaba el mar... cómo disfrutaba yendo a pescar con su tío... por eso tal vez la confusión acerca de su futura profesión... Mientras pescaba observaba los barcos como se desplazaban de un lado a otro e incluso desaparecían a través del horizonte...

El mejor regalo que tubo Carlos aquel año fue la maqueta de un barco por su cumpleaños... aquí comenzó todo.
Ya durante la enseñanza secundaria obligatoria Carlos decidió hacerse albañil y reconstruir casas, edificios... y barcos. Pero aquello no fue tan fácil, sobretodo en épocas de invierno cuando cogía el tren a las 6:45...
Pasaron dos o tres años hasta descubrir el calorcito del alcohol antes de entrar al trabajo, en pocos días al carajillo de primera hora de la mañana le añadía unas copitas de vino al almuerzo e incluso a la comida y la merienda... Por las tardes llegaba a la estación con la telaraña del pudor totalmente disuelta en el alcohol, se sentaba alrededor de cuantas más personas mejor y hablaba, hablaba por los codos, por las orejas, por los pies y las piernas, gritaba ¡cariño!, ¡amor!, ¡calor!, pero la gente se cambiaba de sitio, el revisor le hablaba con desprecio y todos le miraban como a un borracho... Carlos se entristecía y se rebelaba chillando... sobre las ocho por fin llegaba a casa y saludaba a su compañera de piso, Blanca. Blanca era una estudiante de medicina que por falta de dinero sólo podía pagar a Carlos de alquiler 50 euros, era muy poco dinero pero precisamente Carlos lo único que tenia era dinero, él sólo ansiaba el calor de una compañía, y por eso alquilaba la mitad de su casa... Los fines de semana Blanca ayudaba a Carlos con sus barcos de madera y éste engordaba diez quilos con el grato cariño de Blanca.

Una tarde, de vuelta a casa, Carlos coincidió en el tren con una muchacha que le recordaba a Blanca y... ¡por fin tuvo una buena conversación después del trabajo!. Estaba feliz, al fin una persona le escuchaba y comprendía el estado en el que se encontraba.

Ese día Carlos cuando llegó a casa sintió el mar y fabricó un nuevo barco de madera, al día siguiente miró el bar donde tomaba el carajillo antes de subir al tren y sin mediar palabra pasó de largo...

Nines Plà